La bata y las pegatinas... Aventuras en el Almacén.

Hoy quiero contaros una anécdota que me ocurrió el otro día en el trabajo. Es una chorrada en realidad, pero me hizo bastante gracia y por eso quiero compartirla con vosotros.




Sabéis que hace pocos días que encontré un trabajo.Es temporal, como la mayoría de los trabajos en este país; sólo serán un par de meses si el destino así lo planea, así que las empresas no gastan mucho dinero en los uniformes: sólo te dan lo imprescindible por ley.
Me proporcionaron una bata de la empresa y una redecilla para el pelo, nada más. Ni siquiera me dieron guantes. Dieron por sentado que ya llevaba unos de casa. Menos mal que así fue, porque tampoco te dejan envasar sin ellos, en fín.
Además, la bata es de pésima calidad. Ya desde el primer día se agujereó del roce con la máquina. No hago más que coserle parches, uno encima de otro, cuando tengo tiempo, claro. Pero vuelve a agujerearse de nuevo por el mismo sitio.
Nos dan también un rollo de pegatinas con un código de barras. A cada caja que hacemos tenemos que ponerle el código en un lugar específico. Así saben cuántas cajas envasas, y si está alguna mal hecha te la pueden devolver (con el consiguiente regaño a voces, claro está), pero bueno, eso es otro tema.
El rollo de pegatinas en cuestión es enorme y pesadísimo. Tenemos que llevarlo dentro del bolsillo de la bata, pues tiene que acompañarnos allí donde vamos. No podemos irnos de una línea a otra (por ejemplo, del pimiento al pepino) sin nuestro rollo. Tampoco podemos dejarlo por ahí sin vigilancia, dado que hay mucha gente que hace las cajas mal a drede y pone tu número para que te regañen a tí. Sí, lo que leéis, que de todo hay en la vida y te encuentras cada elemento...
Pues acababa yo de pedir un rollo de pegatinas nuevo. Cuando me lo traen, lo meto en el bolsillo, como es la costumbre, cuando de repente éste se me descose. Y el rollo cae de repente al suelo.
¡ Pum!
El rollo comenzó a rodar y rodar, y yo detrás,apartando gente y corriendo, intentando atraparlo. Se paró debajo justo de la máquina, y tuve que meterme dentro literalmente, con ella encendida, a cojerlo. A esto que se había desenrollado muchísimo.
Una compañera me dijo que me regañarían (menuda novedad, aquí te regañan por todo) si descubrían que se me había caído el rollo y que lo estaba enrollando, perdiendo el tiempo, unos cuantos segundos, en volver a dejarlo como estaba. Aún así me arriesgué, y volví a enrollarlo rápidamente como pude,agachada dentro de la máquina y con la compañera tapándome para que no me vieran las encargadas.
Luego, disimuladamente, hice como que cojía una caja del aéreo y volví a mi puesto.
Leído así no tiene mucha gracia, la verdad. Pero si hubierais estado allí  seguro que sí os hubiérais reído. Fue toda una aventura temeraria, creédme.Soy una mujer valiente, en verdad.

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